Las angulas que llegan a los estuarios ibéricos, desde las rías guipuzcoanas hasta el Delta del Ebro, provienen del lejano Mar de los Sargazos: una masa de agua cálida situada en mitad del Océano Atlántico, entre el archipiélago de las Antillas y el de las Bermudas y frente a la península de la Florida.
Situada a más de 4.000 kilómetros de nuestras costas, el Mar de los Sargazos es el único lugar del planeta al que acuden las anguilas para desovar. Esta región del Atlántico debe su nombre a la abundancia de un alga flotante llamada sargazo que forma grandes praderas en la superficie del océano. Y es bajo ese manto de algas marinas que flota en mitad del océano dónde tiene lugar la freza de la anguila, es decir su reproducción.
Una vez han ganado peso, convertidas ya en angulas, la gran mayoría de los centenares de millones de larvas de la anguila que nacen bajo los sargazos nadan hacia el fondo del mar para iniciar su gran viaje migratorio hacia Europa.
Unas pocas elegirán el camino contrario, mucho más corto, para remontar los ríos de la costa atlántica de Norteamérica.
En todo caso los mayores cardúmenes (así llaman los científicos a las agrupaciones de peces) se desplazan, con la ayuda de la Corriente del Golfo, en dirección este, rumbo al continente europeo, para emprender un incierto viaje de hasta un año de duración que les llevará a la desembocadura del mismo río que un día abandonaron sus progenitores.
En todo caso los mayores cardúmenes (así llaman los científicos a las agrupaciones de peces) se desplazan, con la ayuda de la Corriente del Golfo, en dirección este, rumbo al continente europeo, para emprender un incierto viaje de hasta un año de duración que les llevará a la desembocadura del mismo río que un día abandonaron sus progenitores.
Recorrido de ida y vuelta
Una vez alcanzada la edad adulta y la madurez sexual, las anguilas descienden el río aguas abajo para salir de nuevo al mar
Una vez llegadas al río paterno, ya sea el Ebro, el Tíber o el Danubio, las angulas remontan la corriente para instalarse en su hábitat natural. La anguila es una especie bentónica (que vive en el fondo) que prefiere las aguas estancas y fangosas de los pantanos y los remansos de los ríos. Allí se desarrollan hasta llegar a la edad adulta y lucir su característico aspecto: cuerpo viscoso y alargado, en forma de serpiente, con el característico tono pardo verdoso.
Una vez llegadas al río paterno, ya sea el Ebro, el Tíber o el Danubio, las angulas remontan la corriente para instalarse en su hábitat natural. La anguila es una especie bentónica (que vive en el fondo) que prefiere las aguas estancas y fangosas de los pantanos y los remansos de los ríos. Allí se desarrollan hasta llegar a la edad adulta y lucir su característico aspecto: cuerpo viscoso y alargado, en forma de serpiente, con el característico tono pardo verdoso.
Estos peces pueden vivir más de diez años y llegar a superar el metro y medio de longitud y los cinco kilos de peso. En cualquier caso, una vez alcanzada la edad adulta y la madurez sexual, las anguilas dejan un día de comer, cierran la cloaca y descienden el río aguas abajo hasta alcanzar la desembocadura, el mismo estuario al que arribaron de alevines, para salir de nuevo al mar.
De ese modo, convertidas de nuevo en peces de agua salada, las anguilas emprenden el mismo viaje que realizaron cuando eran angulas pero en sentido contrario: hacia el oeste, rumbo al Mar de los Sargazos. Una vez alcanzado el destino final, instaladas bajo el manto de las algas, exhaustas y con apenas la mitad de su masa corporal, realizarán un último esfuerzo para aparearse y morir.
El viaje de las anguilas sigue guardando muchos misterios para la ciencia, como el del método que utilizan para orientarse de manera tan exacta, pero sin lugar a dudas representa uno de los capítulos más fascinantes de la historia natural.