Hay trabajos que nos ponen a prueba. Y sin duda, algunos son más peligrosos que otros. En este aspecto, Bill Haast fue un poco más allá que la mayoría de las personas. Exponiendo su propio cuerpo y arriesgándose incluso a la muerte en pos de la investigación.
Este hombre vivió hasta los cien años, fue mordido casi 200 veces por las serpientes que a diario manipulaba como si fuesen animales domésticos y, por si algo le faltaba, se inyectaba el veneno que extraía de ellas para generar una resistencia fuera de lo común.
William Edward Haast (ese era su nombre real) nació el 30 de diciembre de 1910 en Paterson, Nueva Jersey, Estados Unidos. Su niñez transcurrió en un mundo muy distinto al que hoy conocemos. Los teléfonos inteligentes, las tablets y todos los artefactos tecnológicos que demandan nuestra atención hoy día en aquel momento no existían.
Atacado por una serpiente
“Bill” tuvo que arreglárselas de otra manera para entretenerse. La diversión estaba fuera del hogar. En una de sus aventuras, a los 11 años?, fue mordido por primera vez por una serpiente cascabel y a los pocos meses lo volvió a morder una serpiente cabeza de cobre. Ambas son ejemplares venenosos. A partir de ese momento quedó obsesionado con los ofidios, a los que le dedicaría su vida.
Al graduarse de la escuela se convirtió en mecánico de aviones y posteriormente fue contratado por Pan American World Airways como ingeniero aeronáutico. Este empleo le permitía, por un lado, solventarse económicamente y, por el otro, viajar por todo el mundo para conseguir los ejemplares de serpientes más codiciados.
Un santuario para las serpientes
Quería crear un auténtico santuario para las serpientes. Lo logró luego de la Segunda Guerra Mundial. En 1946 fundó el Serpentario de Miami, en el estado de Florida, del que luego fue director durante varios años. Sus viajes a África, Asia y Sudamérica fueron fundamentales para comprar varias especies de ofidios y llevarlas a los Estados Unidos.
Cumplir con su sueño le costó, ni más ni menos, que el divorcio de su primera esposa, Ann, que no tenía el mismo amor por las serpientes que Bill. En la empresa familiar trabajó con su hijo Bill Junior y, posteriormente, con su segunda esposa Clarita. El “Miami Serpentarium” funcionó hasta 1984.
Inyectarse veneno durante 60 años
Lo más curioso de toda esta historia es el gran trabajo que hizo Haast para autoinmunizarse de las mordeduras de serpientes. Practicaba el mitridatismo, la resistencia a los efectos de un veneno, adquirida mediante su administración lenta y progresiva, empezando por dosis inofensivas.
De esta manera, durante los 37 años que trabajó en el Serpentarium, Haast llegó a administrarse el veneno de 32 especies de serpientes. Hasta 2008 se calcula que llegó a ser mordido al menos en 178 ocasiones, y 20 de ellas fueron mordeduras extremadamente peligrosas.
Por otra parte, una labor importante de su institución era la investigación médica del veneno de los ofidios. Según The Washington Post, el norteamericano poseía casi 10 mil serpientes y tenía provisiones de veneno de 200 especies de reptiles venenosos de todo el mundo. Desde cobras, mamba verde, serpientes marinas, serpientes arborícolas africanas y mocasines de algodón, hasta cascabel, kraits y víboras
Por otra parte, una labor importante de su institución era la investigación médica del veneno de los ofidios. Según The Washington Post, el norteamericano poseía casi 10 mil serpientes y tenía provisiones de veneno de 200 especies de reptiles venenosos de todo el mundo. Desde cobras, mamba verde, serpientes marinas, serpientes arborícolas africanas y mocasines de algodón, hasta cascabel, kraits y víboras
Salvó a 20 personas de la muerte
Pero Haast quería ayudar de otra manera. El investigador viajó por todo el mundo donando su sangre con anticuerpos a diferentes víctimas de mordeduras de todo el mundo para así poder salvar sus vidas. Se cree que salvó al menos a 20 personas de la muerte.
Haast se inyectaba todos los días una mezcla de venenos de 32 especies de serpientes distintas durante 60 años. De esta manera, su sistema inmunológico generaba anticuerpos luego de identificar una proteína extraña (veneno) para así combatirla, generando un proceso similar al de la vacunación.
Cabe recordar que las mordeduras de serpientes venenosas pueden generar parálisis grave de los músculos respiratorios, trastornos hemorrágicos potencialmente mortales, insuficiencia renal irreversible o también, significar la amputación de una parte del cuerpo por la destrucción de tejidos.
El investigador también tuvo sus reveses, perdió parte de su mano luego del ataque de una cascabel y una víbora malaya casi le destruyó el dedo índice. Finalmente, luego de inyectarse veneno durante 60 años y después de ser mordido casi 200 veces, Bill Haast murió de causas naturales el 15 de junio de 2011, seis meses después de haber cumplido 100 años.