Hiroo Onoda, el soldado japonés que permaneció oculto en la selva de Filipinas durante casi tres décadas una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, murió en Tokio a los 91 años.
Onoda, conocido por ser el último combatiente del conflicto bélico en rendirse, pertenecía a una pequeña unidad japonesa que quedó aislada en la isla de Lubang en medio del avance de las tropas estadounidenses.
Sus órdenes eran no rendirse nunca o suicidarse, y a eso se atuvo durante todo el tiempo, rehusándose a creer que las hostilidades habían terminado.
Finalmente se rindió en 1974, cuando su comandante voló a Filipinas para rescindir la orden, 29 años después de que hubiera terminado la guerra.
Al año siguiente siguió los pasos de su hermano mayor, Tadao, y se mudó a Brasil, donde su principal ocupación fue criar ganado en el estado de Mato Grosso do Sul.